domingo, 13 de julio de 2014

Breve reflexión personal en torno al Día del Policía Federal

La vida y el saldo de nuestro paso por ella, se explica por las decisiones tomadas. Al destino lo dibujan nuestras acciones. Hace algunos años tomé la decisión más afortunada en el ámbito profesional al hacer una pausa en mi faceta de académico y  penalista, para formar parte de la Policía Federal.

Por más de 10 años había estado inmerso en el estudio del fenómeno criminal y su impacto. Recorrí la mayoría de los centros de reclusión de México promoviendo la libertad de personas presas por razones de pobreza, como parte de un extraordinario programa encausado por las fundaciones Telmex y Reintegra. A la par, en las prisiones conocí también a peligrosos criminales, sus historias,  forma de pensar, actuar y sus motivaciones para delinquir. Supe que todo aquello no debía quedarse tan sólo en un aprendizaje individual.

Como profesor, tenía el gran privilegio de ser docente en la licenciatura y posgrado de la UNAM y el INACIPE. En sus aulas podía postular algunas ideas sobre el fenómeno criminal y minimizar su efecto en la sociedad, pero me parecía insuficiente. Sabía que algo me faltaba.

El llamado a formar parte de las filas de la policía fue un shock. Docentes y postulantes nos encontramos de repente en la misma mesa, recibiendo la invitación y escuchando razones para hacer a un lado nuestra “zona de confort” y sumar esfuerzos para poner nuestra experiencia  al servicio de la función policial.

El reto me pareció apasionante. Si como ciudadanos criticamos a las instituciones de seguridad, si en las aulas postulamos soluciones a los problemas nacionales, ¿por qué no asumir el reto de hacerlo en el terreno de la praxis?

Han pasado los años, la policía se convirtió en una escuela exigente que a diario  alecciona y que me ha permitido conocer a las personas más extraordinarias y comprometidas. La Policía Federal ha sido el escaparate para observar con detenimiento a nuestra sociedad y nuestro País. He encontrado más afinidades que en cualquier otro ámbito en el que me he desempeñado y con sus duras vivencias he valorado mucho más la vida y cuánto vale la pena andar por ella con integridad.


He aprendido que las heridas que se reciben en el cumplimiento del deber, antes dan honra que la quita; que no importa lo que se diga y cuánto nos critiquen, la satisfacción del deber cumplido no se le parece a nada. Esa es la más plena manifestaciones de la dicha.
Aprendí y sigo aprendiendo de los compañeros de mayor antigüedad, pero también de quienes forman la nueva sangre de la policía; nuestra fortaleza estriba en esa amalgama de perfiles, experiencia y capacidades.

Darme cuenta de que la seguridad pública no era un paréntesis en mi vida, sino el guión del resto de ella, me ha permitido enfrentar apasionantes desafíos, estudiar  más que nunca y con mayor convicción que antes. Tomar conciencia de lo que espera de nosotros la sociedad es una motivación y un reto permanente.


En esa tarea me he sentido acompañado por hombres y mujeres de valía excepcional. Esa es la policía que pocos conocen pero que, convencido estoy, conocerá y reconocerá la sociedad en pleno: la que agrupa a los mejores mexicanos en la labor de construir un mejor país y, como lo ha establecido el Comisionado General, Mtro. Enrique Galindo Ceballos, la que trascenderá como una “Policía para la paz”.


Los minutos de silencio por los compañeros caídos, deben convertirse en horas de trabajo ético y responsable para dotar de sentido su ausencia. Hoy, recuerdo más que nunca a los que han caído a mi lado, dejando constancia de su congruencia y amor por México. También eso me ha dejado la policía: dotar de sentido “cada minuto de nuestro silencio”.

En resumen, creo que una vida dedicada a la policía vale la pena vivirse plenamente. Es una de las maneras más dignas de trascenderla. Por ello, debemos sentirnos orgullosos.

Redacto estos breves pensamientos a propósito del Día del Policía Federal, como un ejercicio de gratitud y respeto a mis compañeros y compañeras. Pienso que conocer y compartir una parte de nuestra historia nos acerca e identifica como equipo. Somos más de 40 mil historias.

 ¿Cuál es la suya?


¡Felicidades!

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