lunes, 6 de enero de 2014

Policías honorarios: breve reflexión.


A la memoria del policía honorario de la PF, Benjamín Flores Ortiz
 

El Comisionado General de la Policía Federal, Mtro. Enrique Galindo
Ceballos, coloca la placa de la corporación al policía honorario Benjamín Flores
en julio de 2013, previo a la ceremonia del 85 aniversario de la Policía Federal.
 
 
Cumplir el sueño de un niño gravemente enfermo es, desde luego, un acto de amor. Empero, esos “actos de amor” al paso del tiempo se banalizan y se reducen a una costumbre, por hablar de un caso concreto, en la corporaciones policiales.
 
Recibir en las instalaciones de policía a uno o a varios pequeños con padecimientos incurables, como el cáncer, siempre representa una escena conmovedora: se les uniforma, pasan revista y utilizan por instantes algunas de las herramientas de trabajo cotidianas como las patrullas, en las que encienden los códigos, usan el altoparlante y activan el llamado “pato”.
Sin embargo, hay algo que se ha dejado de hacer en las corporaciones: aprender y valorar lo que aportan esos niños con sus visitas. Olvidar el arrogante argumento de ser artífices de un sueño, para asimilar el rol de alumnos de lo mucho que debemos aprender de alguien que está próximo a dejar de existir y, mucho más, tratándose de un niño.
Las policías necesitan recordar que en la mirada infantil se puede visualizar la esperanza, la ilusión; que el heroísmo es una referencia que los niños comprenden a través del uso de un uniforme de policía; que investidos de su rol de policías honorarios, sueñan con combatir al mal y ayudar a los demás.
La doctrina policial en México tiene todo por delante para construirse. Eso es una buena o mala noticia según quiera verse. Hay señales de que, por ejemplo, en la Policía Federal, el humanismo ocupa un lugar importante en la agenda del Comisionado General, pero recordemos que representa únicamente el 8% del estado de fuerza total de las corporaciones del País.
Comenzar por revalorar aquello que implican los nombramientos de “policías honorarios” para invertir el rol y ser las instituciones las que aprendan y se lleven grandes lecciones de esos actos, pienso, es una extraordinaria manera de redefinir la misión de las fuerzas del orden en beneficio de la sociedad a la que sirven.
 
Ojalá que muchos mandos de policía de los tres niveles de gobierno así lo entiendan y den el lugar que corresponde a este tipo de prácticas.