lunes, 30 de septiembre de 2013

Breve introducción a la solidaridad

Ayer, camino al centro de acopio de la Policía Federal para entregar víveres, intenté explicarle a una persona muy importante en mi vida el concepto de solidaridad. Le hablé del terremoto de 1985, del huracán Gilberto en 1987 y de la tragedia que aqueja actualmente a cientos de miles de mexicanos afectados por las lluvias. Mi intención era despertar en ella la idea de que servir a los demás en momentos difíciles, debe ser una obligación para la gente de bien; que el que da, no debe esperar recibir nada a cambio, porque la sensación interna supera al reconocimiento externo.

No sé sí logré que me entienda, pero al entregar los víveres, espontáneamente se sumó a la tarea de acomodar bolsas de arroz. La observé a la distancia y me invadió una agradable sensación al verla limpiarse el sudor con sus pequeñas manos, esbozando la inigualable sonrisa de la satisfacción.


martes, 10 de septiembre de 2013

Manelic, poesía de Antonio Mediz Bolio

Cuando me preguntan el origen de mi nombre, respondo que es una poesía de quien fuera un gran poeta yucateco, don Antonio Mediz Bolio. En realidad,  Manelic (sin h), es el personaje principal de una novela catalana titulada Tierra Baja. De ella se inspiró Mediz Bolio.

Aquí se las dejo:


                              Manelic
 
Como una cabra arisca bajó de su montaña,

de su montaña que era salvajemente huraña

como su espíritu hecho a las bravas alturas,

como su cuerpo en donde dejaron huellas duras

el sol de fuego, el soplo de las tormentas locas

y mordidas de lobos y arañazos de rocas.

 

Bajó de los picachos a la llanura un día;

allá dejó el rebaño, la choza, la jauría,

los agrios vericuetos, las claras soledades

dominio de las águilas y de las tempestades.

 

Arriba dejó todo cuanto su vida era,

y con un dulce sueño dentro del alma fiera,

vino a la tierra baja, la tierra misteriosa

que miraba de lo alto como una vaga cosa

que no le era dado conocer hasta cuando

bajase por la amada, que le estaba esperando.

 

¡ La amada, la hembra llena de suavidad, aquella

que él miraba en las noches temblar en cada estrella,

a la que luego en sueños como una luz veía,

y que en el sol brillaba al despertar el día,

aquella en que pensaba sin tregua año tras año,

viendo cómo en los riscos, se ayuntaba el rebaño,

y cómo en el silencio del monte adormecido,

las águilas buscaban el calor de su nido !

 

Y así vibrante bajo las pieles de su sayo,

su ser, quizás engendro de una cumbre y un rayo,

ingenuo y primitivo, enamorado y fuerte,

el pastor bajó un día de cara hacia la suerte.

 

¡ Y ahí , en la tierra baja, en la tierra del amo,

Manelic halló cruda decepción al reclamo

de un amor que él quería nuevo, fértil y suyo,

¡suyo no más! Alegre como un temprano arrullo

de tórtola, como eco de canción, un cariño

como un regazo donde durmiese como un niño !

 

¡ Y supo que ahí, lejos de los hoscos rediles

que dejó en la montaña, los hombres eran viles,

más viles y traidores que las malas serpientes

que abajo se arrastraban lo mismo que las gentes!

 

¡ Y supo que su amo, el amo que le daba

la mujer que allá arriba como un cielo soñaba,

era más vil que todos y que también mentía,

y que era como un lobo que robaba y huía !

 

Supo algo más horrible: la mujer de su sueño

era del amo. El amo era el único dueño

de todo: de la tierra, del amor, de la vida ...

El era sólo un siervo, la bestia encarnecida,

una cosa... un pedazo de carne esclavizada,

sin derechos, sin honra, sin amor y sin nada.

 

Y entonces, entre el asco de toda la mentira,

de toda la cruel veja del mundo sintió ira,

ira trágica y noble de león provocado

que se ha dormido libre y despierta enjaulado.

Y oyó que de él reían como de simple y bobo,

¡De él que igual que un hombre estrangulaba a un lobo!

Y ya no pudo más. Un día se alzó contra el tirano

y le arrancó la vida. ¡Con su plebeya mano

se hizo justicia el siervo... !

Todos enmudecieron ante el soberbio triunfo y estupefactos vieron

cómo el pastor hirsuto, la brava bestia huraña,

¡Con su mujer en brazos se volvió a su montaña ¡

 

¡ Oh, Manelic ¡ ¡ Oh plebe que vive sin conciencia

de tu vida oprobiosa, que arrastras la existencia

dócil al yugo innoble, que adormeces tu alma

de hierro, en el marasmo de ignominiosa calma!

 

¡ Oh Manelic, oh carne santa y pura del pueblo, carne abierta

bajo el golpe del látigo infamador; despierta !

 

Cuando entre la impudicia de los hombres te sientas,

cuando en tu pecho el odio desate sus tormentas,

cuando todo te nieguen y te insulten el orgullo,

levántate y exige que te den lo que es tuyo.

¡Levántate!. ¡Tú eres la fuerza y el derecho!

Si te estrujan la vida, si te infaman el lecho,

si te pagan la honra con mezquino mendrugo,

no envilezcas de miedo soportando al verdugo.

 

¡No lamas como un perro la mano que te ata!

haz pedazos los grillos, y si te asedian, ¡¡ Mata ¡!

No temas nada y hiere, porque Dios es tu amigo

y por tu brazo a veces desciende su castigo.

¡ Que la soberbia aleve halle tu brazo alerta,

que a veces es justicia que la sangre se vierta ¡

 

¡ Oh Manelic ¡ ¡ Oh plebe que vives en la altura !

Ven a la tierra baja, desciende a la llanura,

y cuando aquí te arranquen en miserable robo

Tu ilusión, que tus manos estrangulen al lobo

¡Que lo fulmine el rayo que vibra en tus entrañas,

y después, con lo tuyo, regresa a tus montañas !.

 

Antonio Mediz Bolio.